martes, 9 de abril de 2013

Rutina, maldita rutina



Ayer tuve cita con mi traumatólogo y me dijo que podía volver a mi rutina, o sea que me daba el alta. El alta para poder volver a trabajar. El alta para hacer todo el ejercicio que yo quiera. El alta para ver a mi suegra  de lunes a viernes por las mañanas, ¡que menos mal que la tenemos!, y también, para ir haciendo esfuerzos progresivamente. Lo peor es que en mi trabajo el esfuerzo progresivo no existe.  

Algo bueno que tiene mi alta, aparte de que ya me encuentro mejor, obviamente, es que podre volver a portear a Joan sin miedo a que alguien del trabajo me vea y le de por criticar el motivo de mi baja. Ya se sabe que en este país el deporte nacional es criticar por criticar, como dice la canción de Alaska.

La otra cosa buena que tiene  mi alta es las ganas que tengo de volver a coger mi bici y la excursión que tengo pendiente con Joan en su sillín. Eso es lo que más me ilusiona. Justo unos días antes del puente de octubre, preparé mi bicicleta para salir a pasear con mi hijo pero tuve la mala suerte de quedarme enganchada de la espalda. Desde entonces, he pasado de tener una vida activa a tener que depender de mi pareja para que lleve a los sitios y llegué a depender de su ayuda hasta para ponerme los zapatos durante los primeros días. 

Ha sido muy duro. Lo que peor he llevado ha sido el no poder portear a mi bebé. El tener que oírle llorar cuando me extendía los bracitos para que le cogiera. El no poder tirarme por el suelo para jugar con él, vamos que no podía cogerlo siempre que lo deseáramos ambos.  

Hemos hecho lo que hemos podido, pero una cosa tan simple y saludable como salir a pasear ha sido todo un suplicio. Mirando lo bueno que ha tenido mi baja es el tiempo (aunque no de calidad a causa del dolor) que he disfrutado al lado de mi hijo. Ya no podré verle desperezarse y sonreirme al abrir sus ojitos legañosos. Le regalaré esos momentos a su abuela. 

6 comentarios: